A estas alturas de temporada no es extraño comentar con los compañeros las sensaciones que se tienen de cara al último objetivo. Y algo que suele ser denominador común en muchos de ellos es:
- Ya tengo ganas de acabar. Comienzo a estar cansado, pero de cabeza.
No es de extrañar porque seguir la disciplina de un entrenamiento requiere un sacrificio importante y no va de gratis, como se suele decir. Compaginarlo con familia y trabajo es complicado en demasiadas ocasiones. Al inicio se coge con muchas ganas e ilusión, si acaso cuesta un poco coger la rutina, pero una vez que la consigues se puede decir que ya estás “enchufado” y no hay quien te pare. Pero conforme avanza la temporada los sacrificios van sumando. Madrugar el domingo después de hacerlo toda la semana porque es el único día que puedes salir en grupo y/o hacer fondo, entrenar solo porque es la única forma de conseguir una adaptación cardiovascular con más garantías, discusiones con la pareja porque ve que te estás quedando como un silbido, se te caen los pantalones y no dejas de entrenar o porque en algún momento tienes que desplazarte con el coche para hacer puertos porque donde resides lo más cuesta arriba es la rampa del garaje, etc., etc. Así podría seguir y encontraríamos detalles cotidianos que van entrando en una mochila que al final de temporada pesa demasiado.
Aún así, aún llevando muchos meses entrenando y habiendo hecho horas de fondo más que de sobra, hasta última hora se siguen intentando sumar las últimas horas, demasiadas horas, cuando lo que hay que hacer es levantar el pie y descansar. Al objetivo hay que llegar fresco en todos los sentidos: físicamente y mentalmente.
Debes llegar al día señalado poco menos que pensando que quizás habrás perdido algo de forma porque en las dos últimas semanas has hecho muchas menos horas de lo que estabas acostumbrado. Ese pensamiento querrá decir que llegas fresco y con hambre de bicicleta. Una buena nutrición rica en carbohidratos en los dos días previos a la prueba y verás qué bien te va a ir.
En el caso de llegar tan agotado mentalmente a una prueba, puede ocasionar que a la finalización de la misma se cuelgue la bicicleta por una buena temporada. Algo que no es recomendable porque es una pena desaprovechar el estado de forma al que se llega y podrías aprovecharlo con un segundo pico de forma que hará que en la siguiente temporada des un mayor salto de calidad. No olvides que cuanto en mejor estado de forma termines un año, será mejor de cara al próximo. Aunque se pierdan adaptaciones al descansar al final de una temporada, cuanto mayores sean, mejor para la siguiente.
Si ahora cuelgas la bicicleta tres semanas, ya se consideran suficientes como para iniciar los entrenamientos como si de una nueva temporada se tratase. Lo que conllevaría que tendrías que emplear gran parte del otoño para hacer una nueva base completa que no te llevaría a ningún sitio ya que sería excesivamente pronto para que sirviese para afrontar los retos del año siguiente y porque una vez finalizada esta base, casi tendrías que parar de nuevo para plantear un nuevo parón de cara a iniciar en pocas semanas la nueva temporada.
Recomendación
En estos casos lo ideal sería parar entre diez y quince días: desconectar de bicicleta totalmente y descansar. Es un parón que tiene margen de maniobra para iniciar los entrenamientos si comenzar de cero. Al iniciar los entrenamientos lo ideal sería realizar una adaptación mínima de tres o cuatro semanas de base y luego estarías en condiciones de comenzar con la calidad. Lo ideal sería realizar el primer microciclo de la base, dos microciclos del segundo y uno del tercer mesociclo de base. Además comprobarás como a pesar de que en las primeras salidas irás muy alto de pulso, en seguida recuperas el tono cardiaco y hasta quizás puedas ir a rueda de la grupeta y entrenando porque eres capaz de controlar las pulsaciones.